En el año 1993 se había celebrado en Santiago de Compostela el I Congreso Gallego Audiovisual. El objetivo de aquel congreso era claro: reunirse para advertir de la importancia del audiovisual, de la necesidad de atenderlo como algo más que una vistosa manifestación cultural. En ese momento ya existía una televisión pública gallega a pesar de que no había asumido su papel de motor de la producción independiente. Habían aparecido ya en la Xunta de Galicia los primeros organismos especializados en el fomento y la formación audiovisual, pero era más la voluntad que los medios para trabajar. Habían asomado los primeros empresarios decididos a hacer del audiovisual un sector productivo. El que no había era el menor contacto entre estas fuerzas y las fuerzas económicas. No se consideraba el audiovisual como un espacio de trabajo, como una industria de futuro.
Las conclusiones de aquel congreso se habían resumido en cinco demandas:
- que el audiovisual fuera considerado como sector prioritario
- que se promulgara una ley del audiovisual para comprometer los diversos departamentos de la administración (en particular los dedicados la cuestiones de industria y economía)
- que la Televisión de Galicia impulsara la producción
- que se creara un organismo autónomo para el fomento del audiovisual
- que se luchara por alcanzar presencia internacional
Diez años después, en el 2004, no era fácil reconociere el paisaje. En buena medida, aquellas demandas habían sido atendidas. Nadie podía quejarse de que en el discurso principal de nuestro sector no se habían conjugado los valores industriales o económicos. En todo caso podía haber voces que reclamaran reequilibrar el discurso con una nueva atención a la dimensión cultural del sector audiovisual, un sector que había crecido exponencialmente en su nivel de facturación y de generación de empleo pero que, posiblemente, tenía muchas cuentas que saldar en el servicio a los ciudadanos y a la cultura.
Los diez años transcurridos desde aquel primer congreso estuvieron infestados de novedades que transformaron el tamaño, homogeneidad e intereses del colectivo que formamos el audiovisual gallego. Era, pues, tiempo de emular aquella convocatoria, de reunirse de nuevo para advertir dónde estamos y hacia donde queremos ir. Y, así, los días 16, 17 y 18 de diciembre de 2004 en el Pazo de Congresos y Exposiciones de Santiago se celebró el II Congreso Gallego Audiovisual.
Partió de la idea de constituirse un foro de referencia, involucrando tanto a la comunidad empresarial, a los profesionales de los sectores relacionados y a las asociaciones correspondientes, así como las entidades públicas y privadas que soportan las actividades que tienen que ver con el mundo audiovisual y, por supuesto , la estudiantes procedentes de facultades relacionadas directamente con el mundo audiovisual o de otras áreas interrelacionadas con el sector. El objetivo era buscar soluciones que habían permitido crear una industria cultural fuerte, con vocación internacional, con denominación de origen y marca diferenciada en el mundo, además de conocer como era a realidad audiovisual en otros países.
El programa se estructuró en seis áreas: nuevos media, perfiles profesionales, contenidos, cadena de valor, industrias culturales y patrimonio histórico. Relatorios, debates, comunicaciones, encuentros y proyecciones nutrieron el programa del Congreso. Asistieron y participaron profesionales del sector, a pesar de que la convocatoria cuajó particularmente entre los estudiantes, a lo mejor porque de ellos es el futuro.
De la multitud de diálogos que se pudieron sentir a lo largo de tres jornadas cabe sintetizar las siguientes conclusiones:
- El audiovisual tiene que ser considerado como industria cultural, concepto equilibrador de dos caras de una misma moneda; una precisa de la otra. En ese marco asistimos a una acelerada evolución tecnológica, de estrategia empresarial y modos de consumo. Nunca, y tampoco ahora, fue fácil adivinare el futuro, pero este parece pasar por uno cada vez mayor protagonismo de la generación de contenidos.
- La diversidad cultural es, además de una riqueza que no debemos perder, una excelente cantera de la que extraer esos contenidos que nutran el mercado audiovisual. No su antagonismo con las tendencias homogeneizadoras de las grandes compañías multinacionales conviene potenciar el empleo de medidas correctoras basándose en la excepción cultural y, en un territorio de las dimensiones de Galicia, estimular la vía de la coproducción.
- Más eficaz conforme más fuerte sea el mercado propio y ahondar en la vocación de nuestra televisión pública como soporte básico de la producción independiente. La lengua y la identidad, en ese contexto, no se limitan a ser un patrimonio que tiene que ser preservado, sino que constituyen nuestra principal fortaleza y oportunidad.
- No ámbito de la formación y reciclaje de los profesionales es preciso afrontar las dificultades de adaptar los programas a los cambios que se acumulan en el sector, así como incrementar el empleo y conocimiento de los medios audiovisuales en las aulas. De nuestra formación como creadores y consumidores depende nuestra capacidad de intervenir en el futuro.
- Como un clamor frente a la inercia de considerar el audiovisual como la suma de televisión y cine, los nuevos medios reclaman atención. Distintos productos, distintos modos de acceso y consumo –desde lo en línea al interactivo– modificaron ya sustancialmente el territorio en que nos movemos y lo van a seguir haciendo en el inmediato futuro. No atender la esta realidad, reconociéndola y participando activamente de ella creando nuevos contenidos, derivaría en renunciar a tener voz propia para limitarse a escuchar lo que nos tengan que decir.
El II Congreso Gallego Audiovisual lo abrió un convidado de excepción, el cineasta Stephen Frears. Alguien le preguntó por los mejores argumentos para que Galicia tenga presencia propia en el paisaje audiovisual; señaló tres: «Vuestras historias, vuestros corazones, vuestra imaginación